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Asumir el riesgo o perder la oportunidad

La mayor amenaza para nuestro éxito como empresarios es y será siempre nuestro miedo a asumir riesgos estratégicos. Piense en algunas de las empresas más grandes que no lograron pivotar o impulsar la innovación. Mientras mantenían el status quo, los disruptores e innovadores tomaron el relevo y obligaron a muchas de estas empresas a cerrar definitivamente. Si el año 2020 ha enseñado algo, es que ha sido un ejemplo de cómo tomar decisiones difíciles con rapidez, de cómo soñar con formas que desafíen nuestra confianza y de cómo ser intencionales en nuestra forma de hacer negocios. 

Piense en la última vez que tuvo la oportunidad de aprovechar una nueva oportunidad, de ser vulnerable o de estar presente como propietario de un negocio de una manera que pone a las personas por encima de los beneficios. ¿Cómo respondió? ¿Abrazó el miedo o la valentía? “Asume el riesgo o pierde la oportunidad” es un mantra con el tiene que vivir durante años. Ha creado oportunidades, asociaciones y ha aumentado mi conciencia como líder y empresario. 

¿Por qué nos oponemos intrínsecamente a asumir riesgos? 

Hay una ciencia detrás de la toma de riesgos. En The Art of Risk, el autor Kayt Sukel hace un excelente trabajo hablando de este punto. Las áreas del cerebro dedicadas a la toma de decisiones están compuestas aproximadamente por un 80% de células excitadoras y un 20% de células inhibidoras. En los niños, las células excitadoras son dominantes, lo que significa que los niños suelen estar más abiertos a asumir riesgos y a probar cosas nuevas. ¿Alguna vez le has dicho a un niño que no toque una sartén caliente y has visto cómo lo hacía y provocaba gritos de agonía? Bueno, eso se lo podemos agradecer a las células excitadoras. A medida que crecemos, nuestras células inhibidoras empiezan a tomar el control, por lo que dudamos de los riesgos cuanto más mayores nos hacemos. Cuantas más sartenes calientes toquemos (las veces que nos quemamos profesionalmente, financieramente, etc.), más fuertes serán nuestras células inhibitorias para convencernos de que nos quedemos en nuestro carril. Hay otras experiencias que también alimentan nuestro miedo. 

El síndrome del impostor es un conjunto de sentimientos de inadecuación que persisten a pesar del éxito evidente. Antes de decidirnos a asumir riesgos, nos enfrentamos a barreras cognitivas, emocionales y experienciales que nos dicen que no debemos hacerlo. Cuando me di cuenta de esto, era sólo cuestión de tiempo que pudiera crear un sistema que me permitiera ver más allá de mis miedos y tomar el riesgo estratégico para avanzar. Hay tres principios rectores que se han utilizado como ayuda a lo largo de los años y que han permitido evaluar eficazmente las oportunidades abordando las respuestas cognitivas y emocionales para poder reconocer cuándo vale la pena correr un riesgo y reconocer cuándo no. 

La importancia de ser vulnerable y audaz

Este principio tiene que ver con caminar, hablar y comprometerse como su auténtico yo. Ser consciente de sus habilidades y capacidad como líder le asegurará que no está aceptando oportunidades sólo por aceptarlas. Cuando se presenta una oportunidad, debería preguntarse si está en consonancia con sus objetivos generales. ¿La oportunidad le hará progresar o le aportará nuevas habilidades, y a qué está dispuesto a renunciar para aceptar esta oportunidad? Me gustan estas preguntas porque llegan al corazón de lo que somos como empresarios. En primer lugar, aborda cómo apoyaremos nuestra estrategia a largo plazo, en segundo lugar, cómo apoyaremos nuestro crecimiento y, en tercer lugar, nos obliga a reconocer el impacto que el trabajo puede tener en la familia, la vida social y el negocio. 

Ser vulnerable y audaz aumenta nuestra conciencia y asegura que seamos intencionales sobre cómo involucramos a los demás. El paso más importante para asumir riesgos es hacerlo con los pies en la tierra, asumiendo el riesgo desde un lugar de claridad. Cuando nos acercamos a las oportunidades con una mente clara, podemos tomar decisiones rápidamente, lo que nos permite superarlas o aceptarlas con confianza. Esto nos permite mantener el impulso y refuerza nuestra capacidad para tomar decisiones difíciles. Ayuda a eliminar el síndrome del impostor que podemos sentir al entrar en nuevas oportunidades. Si somos vulnerables y audaces, hemos abordado la idea de no ser lo suficientemente buenos. Reconocemos nuestros puntos fuertes, nuestras oportunidades, y somos conscientes de cómo las oportunidades nos ayudarán a crecer en las áreas que más necesitamos. 

Ser valientemente curioso 

La herramienta más poderosa de un niño es su voluntad de preguntar “por qué”. La curiosidad de un niño es el vehículo que alimenta su crecimiento. También es la chispa que sigue alimentando sus células excitadoras dejándoles con sed de más conocimientos y experiencias. Como emprendedores, alimentamos nuestros deseos de ser valientemente curiosos iniciando nuestro propio negocio o aceptando un nuevo cliente incluso cuando estábamos en capacidad. Ser valientemente curioso consiste en investigar las oportunidades antes de cerrar la puerta. Cuando era más joven, mi madre tenía una expresión que se me quedó grabada de adulto: “Los libros pueden abrir puertas sin cerraduras”. De niño, no entendía la expresión, pero a medida que crecía, me di cuenta de que cuanto más aprendía, más valor abrazaba. Cuanto más leía, más preguntas me hacía y pronto comprendí que cada oportunidad comienza con las preguntas quién, qué o cuándo. Nos armamos de valor para responder a estas preguntas siendo vulnerables, audaces y valientemente curiosos. Sin el valor de hacer preguntas difíciles, muchos de nosotros nunca habríamos entrado en el mundo del emprendimiento. 

Preocuparse lo suficiente para conectar

Ha habido muchas veces en las que he estado presente en una sala y me he desentendido al 100% de lo que estaba ocurriendo. Como líder, me he encontrado avanzando a lo largo de mi día revisando mi lista de tareas sólo para perder oportunidades de conectar con otros o con mi equipo. Esto me ha llevado a asumir riesgos que no debería haber asumido, a buscar la opinión de personas que no tenían mi mejor interés en el corazón, y a aceptar la experiencia de los demás sin contexto. Cuando no conseguimos conectar de verdad con los demás, somos susceptibles al miedo y nos encontramos con que tomamos las experiencias de los demás y las hacemos nuestras. Debemos darnos permiso para estar plenamente presentes cuando nos relacionamos con los demás y comprender que los choques humanos son esenciales para el crecimiento. A medida que construimos nuestra red personal y profesional, es importante hacer que los demás sientan que son importantes más allá de una relación transaccional. Cuando somos intencionales en la forma en que nos conectamos, es más probable que recibamos una retroalimentación valiosa cuando la requerimos. 

Estos principios me han permitido reconocer cuándo vale la pena correr un riesgo y reconocer cuándo no. Aunque asumir riesgos nunca es una decisión fácil, desarrollar tu confianza para evaluar eficazmente cada oportunidad resultará beneficioso. Ser vulnerable y audaz indica que estás preparado para asumir el riesgo y que confías en tus capacidades para tener éxito. Ser valientemente curioso consiste en responder a tu llamada a la acción como líder y empresario. Cuando nos preocupamos lo suficiente como para conectarnos, creamos una red fiable de seguidores que nos mantendrán en el buen camino y nos animarán a asumir el riesgo o a perder la oportunidad. 

Artículo traducido y adaptado de Entrepreneur

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Francisco Esteban Pérez Yoma es un ingeniero y empresario chileno del sector inmobiliario. Estudio en el Saint George’s College y en la Universidad de Chile, donde se tituló como Ingeniero Civil.